En el año 2020, Japón abrió el debate sobre la idea de verter más de un millón de toneladas de agua contaminada, hacia el océano pacífico. Estas toneladas son provenientes de la planta nuclear de Fukushima, que quedó destruida después del terrible tsunami ocurrido en 2011.
Ahora la propuesta fue aprobada, y si bien se planea que el agua sea tratada y diluida para que los niveles de radiación estén por debajo de los aceptables para el agua potable, la idea es totalmente rechazada tanto por los habitantes japoneses, como por las autoridades de otros países.
De hecho, el portavoz del Ministerio de Exteriores de China, Wang Wenbin, declaró el viernes pasado que "Si Japón sigue poniendo sus propios intereses por encima del interés general internacional, si insiste en dar (este) paso peligroso, definitivamente pagará el precio de su comportamiento irresponsable y dejará una mancha en la historia".
El plan fue adoptado por el gobierno y respaldado por la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA), y luego se consiguió su aprobación por parte del regulador nuclear de Japón.
El agua en cuestión fue utilizada para enfriar combustible nuclear, y por ahora, el gobierno japonés prevé que el plan de vertimiento comience en dos años; además, se espera que tarde décadas en completarse.
